Y no me molesta tanto, no es la primera vez, pero si me sorprende.
Me sorprendo a mí misma respondiendo al Señora cómo si realmente lo fuera... ¡Lo soy!
Acabo de cumplir 25 años, y la mayor parte de mis amigas, de mi edad, ya son señoras.
Acabo de cumplir 25 años. Estuve feliz, muy feliz. Cómo me dijo un mejor amigo, a quien estimo mucho: "Los 25 son los nuevos 15". Me parece que sí, me sentía como quinceañera y ¡celebré como una también! -tengo testigos para probarlo-.
En fin, de vuelta al tema de la señora. Ok, a partir de ahora me llamarán así, y está bien, lo asumo.
¿Qué tanto problema con que te digan señora y te haga sentir una vieja? Ser más viejos también es ser más sabios. Y estemos claro, tener 18 o 20 años es aterrorizante, no saber quien eres, no saber que quieres, mucho menos lo que te gusta o disgusta, pretender ser "tú mismo" pero ese "original" debe ser del agrado los demás, creer que vas a comerte el mundo sin ayuda, sin necesitar nunca a nadie, practicar ser egocéntrico, actuar como un sabelotodo de las "cosas de vida"cuando -más adelante será obvio que- no sabes nada, sentir miedo de todo y todos.
Prefiero ser una señora, y aunque en mi cabeza ese término tenga que ver más con mujeres decididas y aguerridas, experimentadas, confiables y seguras de sí... Tal parece que si me sorprende que me llamen así, es porque no concuerda con el término en mi cabeza.
O tal parece, que otros más ven esas cualidades en mí, y apenas yo me creo así de decidida. Esto sucede porque prácticamente voy de un estadío a otro, hace rato soy una Adulta joven y ya, cada vez, soy más adulta y menos joven.
Estar a la mitad es así: entre los jóvenes adolescentes seré una anciana, lo soy, lo sé por mis primas que casi todas muy jóvenes; pero entre los adultos soy demasiado jóven, muy pequeña, apenas comenzando a vivir... lo sé por mis amigos adultos, compañeros de clase, tíos, tías, conocidos.
¡Estar a la mitad sigue siendo divertido! Y bueno, yo estoy algo acostumbrada. Desde que nací, siempre he estado en medio.
Soy una señora, una adulta joven, una poco menos inocente, mucho más experimentada mujer que antes.
Y soy feliz, muy feliz, no le tengan pavor a nada. Acompáñenme a estar claros. Que todo lo que sembraron, siendo muy jóvenes, sin saber realmente por qué o para qué, ahora, cuando se conocen a ustedes mismos, van a poder recolectar, sabrán invertir y volver a cosechar, reproducir, con sabiduría y tendrán éxito.
Hasta pronto, señores, señoras.